Parafraseando a Lola Flores, «ni Dios permita» que populismos y políticas de Maduro o Tsipras lleguen a nosotros.

Algunos miembros de la Real Academia de la Lengua han hecho pública su preocupación por el uso cada vez más extendido de expresiones y términos ingleses en el campo de la publicidad. También empiezan a emplearse cada vez con mayor frecuencia en el lenguaje coloquial. Es muy común el empleo de «party» en lugar de fiesta, de «oulet» por el de punto de venta para dar salida a sobrantes de temporada, «online», «email». Hemos asimilado el «stop» como algo propio y aparece en todas nuestras señales de tráfico que indican que el vehículo que la encuentra ha de detenerse obligatoriamente. No ocurre lo mismo en muchos países de Hispanoamérica donde en la misma señal, en forma y color, pone parar. El español, una de las lenguas más utilizadas del planeta, es además una importante fuente de ingresos y no estamos cuidándola como se merece. No en balde fue la primera de las lenguas romances de la que se escribió una gramática, la de Elio Antonio de Nebrija, en el año 1492.

Es conocida una sabrosa anécdota que se cuenta a propósito de la pregunta que un periodista hizo de Lola Flores sobre si sabía inglés. La «faraona», con el gracejo que la caracterizaba, no tuvo el menor empacho en espetarle: «Ni Dios lo permita», lo que provocó no poco jolgorio entre la concurrencia. La expresión «Ni Dios lo permita» nos sitúa ante una tesitura en la que nuestro deseo es que una determinada cosa no ocurra, en modo alguno.

Viene todo esto a colación por las bravatas y exabruptos, inadecuados desde cualquier perspectiva, que salen por la boca de Nicolás Maduro quien, aunque no lo parezca, es el presidente de la república de Venezuela. Ha llegado en su delirio a decir que si se presentara a las elecciones en nuestro país, resultaría el ganador. Si no fuera un mal chiste, propio del personaje que afirma que le habla un pajarito, supondría una amenaza en toda regla, ya que ese sujeto ha sido capaz con sus políticas de destrozar, económica y socialmente uno de los países con más recursos naturales del mundo.

Venezuela ha llegado al extremo de algo que parece inconcebible: no se puede seguir fabricando una de las bebidas sin la que un porcentaje muy elevado de población no concibe que sea posible la vida. ¡Ni Dios lo permita! Maduro podría convertir a España en un yermo en cuestión de poco tiempo. Es lo que suele ocurrir con los populismos no sólo al otro lado del Atlántico, también a este. El ejemplo lo tenemos en Grecia donde Alexis Tsipras, aunque muy lejos de acercarse a los niveles demenciales de Maduro, está aplicando los más duros recortes que se están viviendo en un país de la Unión Europea. Baste decir que las pensiones han sido recortadas en un treinta por ciento. Ante eso las subidas de medio punto que tienen las pensiones en España se nos antojan lindos juegos florales.

Políticas similares a las aplicadas por el venezolano Maduro hasta llevar al país al borde del precipicio económico y social o por el griego Tsipras, cuyas bravatas iban aponer en jaque a la troika, que hoy le marca el paso al dictado que le han impuesto, tienen propuestas similares en España donde ambos cuentan con admiradores. Ante esta tesitura, digamos como Lola Flores cuando fue preguntada si sabía inglés: Ni Dios lo permita. Como lleguen a gobernar con tales antecedentes…

 (Publicada en ABC Córdoba el 8 de junio de 2016 en esta dirección)
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